El "costo político" es aquella frase que se escucha muy a menudo pero pocas veces tiene tanta relación directa con lo que sucede como en este momento. La pandemia es esa gran ola que la clase política intenta sortear de modo de salir con el menor perjuicio posible. Ya nadie intenta realizar maniobras ni trucos para destacarse del resto, sino que más bien son rehenes del miedo y las consecuencias.
Este escenario se puede visualizar en distintos territorios, pero ninguno tan gráfico como la provincia de Buenos Aires, el campo de batalla de una guerra fría que muestra a un mandatario inexperto y a un sinfín de intendentes cautelosos bajo el escudo de la gobernación con sede en la ciudad de La Plata.

Hace 90 días los 135 distritos de la PBA se mantienen bajo las normativas del aislamiento social, preventivo y obligatorio. Así mismo, en el transcurso de de este tiempo, algunos jefes locales vieron con buenos ojos adoptar sus propias medidas entendiendo que la extensión de esta provincia exhibe multiplicidad de realidades.
Los distritos menores con pocos o ningún caso de COVID-19 se debaten por un lado con la batería de medidas prohibitivas que mantengan el éxito sanitario y por el otro, con el conflicto social que recrudece con el transcurso de los días. El factor económico ganó terreno y se expresa en la voces de vecinos disgustados y golpeados por una crisis que parece no tener precedentes y será larga y lenta.

La mecánica más repetida es desactivar todas las alarmas con el discurso reiterativo que son medidas impuestas por nación o por provincia a las que deben acatar sin opción. A esto, desde la Provincia expresan que es potestad de cada intendente las diversas medidas que apunten a flexibilizar ciertas actividades.
En definitiva, son discursos opuestos que lejos de brindar soluciones y calmar las aguas, generan más rispideces y calientan una escena que trae un sinfín de conflictos y empiezan a llenar horas en la pantalla chica y en todas sus versiones mediáticas.
El "costo político" es aquella frase que se escucha muy a menudo pero pocas veces tiene tanta relación directa con lo que sucede como en este momento.
Para otro capítulo de esta misma historia o para un ejemplar nuevo con varios tomos y ediciones, queda pendiente abordar un tema preocupante entre muchas otras características: por qué la clase política argentina, ellos, los políticos, se sienten y actúan como si fuesen impunes. Por qué se creen distintos al ciudadano común, a la sociedad toda. Los últimos acontecimientos los muestran infringiendo normas, conductas, mostrándose diferentes al resto y hasta por qué no culpables de la propagación del virus.
Será tarea para otra oportunidad, pero si esta reflexión me sirvió de algo, es que ningún político en función saldrá ileso. A su medida, cada uno pagará el costo político.
Por M.P para INGOB.
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